A veces escribo relatos (en el Tumblr Mi libreta roja podéis leer
algunos). Hoy os traigo dos: "Ritual" (publicado en el número 27 de la revista Narrativas), y "Todas las veces", que forma parte
del libro solidario Bocados Sabrosos II.
Todas las veces
Todas las veces que se
miraron, todas las sonrisas inconscientes, casi involuntarias. Todos los días
que pasaron juntos, creyéndose infinitos. Todas las noches que, por aquel
entonces, no estaban hechas para dormir. Todos los besos, todas las lágrimas
que sabían a sal y felicidad. Todas las veces, hasta que llegó la última. Y
entonces, en tan solo un minuto, dejaron de ser eternos.
Ritual
Se levantó con mala cara y dolor de espalda. Aquel colchón la estaba matando.
La ducha caliente la tentaba a quedarse allí
para siempre, pero la jarra de agua fría que era el mundo real la esperaba.
Desayunó dos tostadas y un café, al que nunca era capaz de echar la cantidad
correcta de azúcar.
Se vistió, cogió el bolso y las llaves, que cada mañana estaban en un rincón distinto de la casa, y pegó un portazo del que inmediatamente se arrepintió. Aunque lo cierto es que no había a nadie a quien corriera riesgo de despertar.
Tras diez minutos de espera apareció el autobús, el mismo que había cogido durante los últimos cinco años, siempre con la misma gente, y cuyo trayecto había realizado todas y cada una de las veces en el más absoluto silencio.
Últimamente había pensado en la posibilidad de hacerse un tatuaje. Quizás grabarse una de esas frases célebres que, se supone, motivan a una. Quizás justo encima de la cadera derecha, para que solo pudiera verlo quien ella quisiera. Lo cierto es que en el fondo sabía que no era capaz de algo tan permanente, pero el trayecto parecía más corto si al menos por un tiempo fingía creérselo.
Llegaba al trabajo cansada y desganada, y de igual forma se marchaba de aquella oficina con apariencia de zulo que dejaba a sus días con ocho horas menos. Cuando hacía buen tiempo solía volver caminando, aunque era frecuente que las nubes la traicionaran y llegara a casa empapada.
Cenaba frente al ordenador, con la televisión de fondo taladrándole los oídos. Una vez acostada solía leer hasta horas que le garantizaban el cansancio al levantarse.
Dibujaba todos los días con la misma plantilla, y los fines de semana hacía planes que sabía que no iba a cumplir. No tenía jardín, pero veía como poco a poco todo se marchitaba. Sus sueños, ese potencial que muchos decían que tenía hace tan solo unos años. Puede que un día, por fin, todo fuese diferente. Pero lo cierto es que por aquel entonces ya no se le daba muy bien eso de tener esperanza.
Muy tristes los dos, y también muy buenos. Quizá me ha gustado más el segundo, es algo que se ve demasiado a menudo. Tal vez debería hacerse ese tatuaje, aunque sea para perderle el miedo al cambio, y a partir de ahí no tener miedo a lo permanente.
ResponderEliminarUn abrazo!